martes, 15 de mayo de 2018

Capítulo 8: Uruk



 Capítulo 8

 Uruk



 Aquel que todo lo ha visto, que ha experimentado todas las emociones, del júbilo a la desesperación, ha recibido la merced de ver dentro del gran misterio, de los lugares secretos, de los días primeros antes del Diluvio. Ha viajado hasta los confines del mundo y ha regresado, exhausto pero entero. Ha grabado sus hazañas en estelas de piedra, ha vuelto a erigir el sagrado templo del Eanna, así como las gruesas murallas de Uruk, ciudad con la que ninguna otra de la tierra puede compararse. Mira como sus baluartes brillan como cobre al sol. Asciente por la escalera de piedra, más antigua de lo que la mente puede imaginar; llégate al templo del Eanna, consagrado a Ishtar, un templo cuyo tamaño y belleza no ha igualado ningún rey; camina sobre la muralla de Uruk, recorre su perímetro en torno a la ciudad, escruta sus soberbios cimientos, examina su labor de ladrillo, ¡cuán diestra es!; repara en las tierras que circunda: en sus palmeras, sus jardines, sus huertos, sus espléndidos palacios y templos, sus talleres y mercados, sus casas, sus plazas. Busca su piedra angular y, debajo de ella, el cofre de cobre que indica su nombre. Ábrelo. Levanta su tapa. Saca de él la tabilla de lapislázuli. Lee como Gilgamesh todo lo sufrió y todo lo superó.

Prólogo de la Epopeya de Gilgamesh (véase nota 1).



 Existió hace mucho, mucho tiempo, una ciudad llamada Uruk. Se ubicaba en Mesopotamia, en el actual Irak. Fue la primera ciudad levantada por la humanidad y en ella se forjó nuestra civilización. Allí vieron la luz ideas y tecnologías sin las cuales hoy en día no seríamos capaces de entender la vida. La escritura, la rueda, las matemáticas, la administración, la construcción monumental... También fue la cuna del legendario Gilgamesh, su quinto rey y también el primer héroe de la humanidad, sobre cuyas asombrosas aventuras ya hablaremos. 

 Uruk representó la punta de lanza de todo un periodo histórico en Mesopotamia, el periodo de Uruk. Si el lector quiere saber más, sígame y visite conmigo esta maravillosa ciudad, cuyas lejanas hazañas se difuminan en la noche de los tiempos.


Expansión cultural de Uruk. Fuente.

 Entre los años 5300 y 4574 a. C., aparece una pequeña aldea a orillas del río Eufrates, al sur de Mesopotámia, 225 km al sudeste de la moderna ciudad de Bagdag. Al parecer sus habitantes habrían decidido no complicarse la vida y llamaron al lugar simplemente "la ciudad", en su lenguaje "Unung", de donde derivaría Uruk (véase nota 2). El contexto histórico en el cual sucede esto, es el conocido como "periodo Ubaid".

 El periodo Ubaid, llamado así por un asentamiento radicado en el sur de Mesopotamia donde los arqueólogos descubrieron por vez primera esta cultura, se articuló en base a una red de aldeas con un contexto cultural relativamente común y que fueron las primeras en entrar en el calcolítico o "Edad del Cobre". Este periodo cubre la época que va desde el 6500 al 3800 a. C., año arriba año abajo. 

 Cuando Uruk empieza a crecer, las aldeas ubaidianas llevan ya algunos milenios manejando la agricultura, la ganadería y la cerámica. Por primera vez un numero considerable de seres humanos comienza a trabajar masivamente en infraestructuras comunes a gran escala, concretamente en la construcción y mantenimiento de diques y canales de regadío que aprovechan las aguas de los ríos Tigris y Eufrates. Dichos ríos no son mansos y tranquilos como por ejemplo el Nilo, por el contrario tienden a desbordarse  casi todos los años e incluso a cambiar su curso. Las gentes del periodo Ubaid deben de afanarse en construir y reforzar diques contínuamente, a fin de proteger los preciados canales de regadío así como evitar que sus cosechas y aldeas queden arrasadas por las aguas al menor capricho de los traicioneros Tigris o Eufrates. 

 Las aldeas ubaidianas no tienen murallas, y sus casas de varias habitaciones se levantan a base de barro cocido. Normalmente, suele encontrarse una aldea principal rodeada de otras más pequeñas, aparentemente subsidiarias. Los ubaidianos fabrican vasijas de cerámica decoradas con figuras geométricas, emplean herramientas de piedra y cobre, entierran a sus muertos con ricos ajuares funerarios, y su sociedad se considera "trans-igualitaria". Ello significa que el igualitarismo de corte "comunista" propio de las sociedades neolíticas empieza a perderse poco a poco, pero aún está en algún grado presente. 

 Seguramente que al lector le interesará visualizar todo esto resumido en una tabla cronológica:


Cronología referida tanto al Norte de Mesopotamia como al Sur. Vemos que desde el Neolítico de antes del uso de la cerámica hasta la Edad del Bronce, se suceden distintas culturas, entre ellas el decisivo periodo de Uruk. Como Uruk se asienta en el Sur, vemos que primero su influencia se siente allí antes de extenderse al Norte, reemplazando al periodo de Ubaid. La tabla termina con la fundación del Imperio Acadio en el 2.350 a. C., imperio que unificará a toda Mesopotamia, y con el posterior auge de tercera Dinastía de Ur, acontecimientos que requieren un capítulo a parte. Fuente.


 Así es, en este contexto calcolítico que acabamos de describir surge Uruk, una ciudad destinada a cambiarlo todo.

 Corre el año 3200 a. C. y emergemos de nuestra máquina del tiempo imaginaria en las cercanías de Uruk, con cuidado de que ningún lugareño descubra nuestra transgresión espacio-temporal. Nos hallamos frente a una ciudad donde calculamos que pueden vivir hasta 40.000 personas. Su presencia nos impone, ya que está rodeada por una poderosa muralla de unos 10 kilómetros de circunferencia. Flanqueamos una de las puertas de la muralla, intentando no despertar recelos en los soldados provistos de escudos de madera, armaduras de cuero y largas lanzas con punta de bronce que la protegen, y nos adentramos en la urbe, caminando a través de polvorientas calles de tierra que discurren entre ajardinadas plazas, casas bajas edificadas de adobe, ruidosos talleres, etc. El trazado urbano es sinuoso y caótico, frecuentemente vamos pisando trozos de cerámica rota que hay tirados por el suelo.

Mapa esquemático de la ciudad de Uruk. Traduzco la leyenda: 1) cada distrito urbano se define en un radio de unos 400 metros o de 5 minutos de caminata (se refiere a los círculos); 2) la muralla cuenta con 900 bastiones de unos 12 metros de altura, que no se muestran en el mapa en pos de la claridad, 3) se ilustra el antíguo curso del río Eufrates, que sin embargo ahora cruza por el suroeste del moderno sitio arqueológico. Fuente.


 Llegado un momento alcanzamos una amplia plaza dominada por un abarrotado mercado, donde una pintoresca multitud vocifera y trafica con todo tipo de objetos, comida, herramientas de bronce, fina orfebrería de plata, etc.  Nos llama la atención un grupo de curtidos trabajadores que hacen cola frente a un tenderete anexo a un robusto edificio de piedra, donde una persona con la cabeza rapada al cero, probablemente un sacerdote, les va haciendo entrega de unos bastos cuencos de cerámica de borde biselado, cada uno de los cuales contienen una ración de cebada. 

 Los trabajadores son en verdad una suerte de funcionarios contratados por el estado, y los cuencos con cebada constituyen el salario que les entrega la administración, probablemente como pago por su participación en el enorme templo en honor de la gran diosa Eanna que en ese momento se está reconstruyendo en el centro de Uruk, y cuyas impresionantes obras en breve visitaremos. Por el momento volvamos a los bastos cuencos de borde biselado que cada hombre aferra según se lo entrega el sacerdote y se lleva caminando con cuidado para no derramar nada. Estos se fabrican en masa utilizando un molde y no pretenden ser bonitos, simplemente administrativamente funcionales a fin de contabilidad alimentos y remunerar a los trabajadores del modo que acabamos de ver. Allá donde llegue la cultura de Uruk, lo harán también estos cuencos, los cuales nos dan una idea de como por vez primera no nos encontramos ante una simple aldea neolítica o calcolítica, sino frente a toda una ciudad - estado que funciona como una compleja maquinaria perfectamente engrasada.


Cuencos de borde biselado, utilzados para entregar los salarios por parte de la administración en Uruk. Fotografía del autor.


 Fíjense en la viñeta de abajo a la izquierda en esta tablilla de escritura proto-cuneiforme. Sí, lo han interpretado bien, se trata de una persona zampando de un cuenco, lo cual representa el acto de comer. En las otras viñetas se muestran distintos bienes junto con su numeración. Si el lector sigue leyendo este artículo, pronto sabrá qué es el proto-cuneiforme y cómo interpretarlo. Posiblemente se tratase de una tablilla administrativa guardada en uno de los edificios del templo y que contabilizase las raciones entregadas por la administración a campesinos o trabajadores estatales. Fuente.


 Lo normal será pagar en cebada, aunque en ocasiones se remunera con tinajas de cerveza. Si el lector tiene curiosidad por comparar los salarios de la época con los actuales, puede examinar la siguiente lista, si bien le aviso que en verdad no es de esta época en Uruk, sino de la cercana ciudad de Ur en un periodo posterior, aún así le servirá para hacerse una idea acerca de cómo se funcionaba en la Mesopotamia de aquel entonces. Tengamos en cuenta que cada cuenco biselado puede almacenar hasta 1 litro de cebada, siendo esto así:


  •  Salario mensual de un hombre: 60 litros de cebada.
  •  Salario mensual de una mujer: 30 libros de cebada. Sí, ya había brecha salarial en la época; la justificación que se daba era que las mujeres comían menos... algo que dada mi experiencia debo de decir que no se corresponde con la realidad observada. Si tenían bebes, se les pagaba una manutención especial.
  • Comprar 1/2 kilogramo de sal: costaba el salario de un mes, es decir, 60 litros de cebada.
  • Un vestido (o dos kilogramos de lana para elaborarlo): 120 litros de cebada.
  • Comprar una oveja: 120 litros de cebada.
  • Adquirir una casa: según el tamaño del inmueble, podríamos estar hablando entre 300 y 6.000 litros de cebada, un buen puñado de cuencos.
  • Comprar un esclavo: Entre 1.500 y 3.000 litros de cebada, según lo guapo o feo que fuese, supongo.

 Está claro que transportar todos esos cuencos de cebada no siempre era posible, no cabían fácilmente en el monedero, así que como ocurre hoy en día con los Bitcoins, eran convertibles en la divisa del lugar, en Europa son los euros y en Mesopotamia era la plata. A pesar de que la moneda tardaría en aparecer aún varios milenios, sí que se estandarizó un sistema de pesas y medidas, y la plata, al igual que otros bienes, iba variando su valor en función de los caprichos del mercado. Aquellos con posibles llevaban una especie de muelle de plata a modo de pulsera, del cual iban cortando trozos cada vez que querían realizar un pago. Mejor eso que cargar con cientos de cuencos de cebada.


Pulsera de plata, usada para realizar pagos cortándole trozos, al lado de una tablilla proto-cuneiforme donde probablemente se reflejase alguna transacción. Fotografía del autor.


Detalle de la anterior tablilla proto-cuneiforme. Si el lector sigue leyendo, aprenderá a identificar algunos de los símbolos que aparecen. Fotografía del autor.

 Seguimos caminando y en otro puesto callejero contemplamos una nueva actividad que nos llama la atención. Varios individuos rícamente ataviados se inclinan ante dos extrañas tablillas de arcilla. Uno de ellos rueda una piedra primero sobre una de las tablillas y luego sobre la otra. Nos acercamos a mirar más de cerca y reparamos en que la piedra no es simplemente una piedra, se trata de un sello cilíndrico. Como sello que es, tiene grabadas una serie de inscripciones sobre su superficie, que al rodar sobre la arcilla imprimen una tira de imágenes en las cuales se muestran en sucesión una serie de figuras rodeadas de extraños símbolos. 

 Aún más símbolos llenan apretadamente cada rincón de las pequeñas tablillas de arcilla alrededor de las cuales se congrega aquella gente. Cuando interpelamos a una de las personas en la lengua local, que dominamos a la perfección, esta nos comenta que justo les hemos pillado sellando de modo oficial un documento de compra-venta de unos terrenos. Una tablilla es para el vendedor y otra para el comprador, explicándose en ambas la transacción realizada, e incluso los planos y extensión de los terreno transferidos. Le agradecemos el dato y seguimos andando. Estamos en el 3200 a. C. y ya existe la especulación inmobiliaria.

 Más no se va a escapar el lector tan tranquilamente de las implicaciones de este anecdódico encuentro; aquí hay mucha tela que cortar, por lo pronto la aparición de la escritura cuneiforme, que son aquellos extraños trazos que hemos visto grabados en la arcilla. Conozcamos la curiosa historia de su origen.

  El origen de la escritura no fue otro que la simple necesidad de contar bienes y administrarlos. ¿cuantas cabras han salido a pastar por el monte? ¿cuantas han vuelto? ¿cuanto cereal producen mis terrenos y que cantidad del mismo puedo vender? ¿y cuantas tinajas de cerveza puedo sacar de ellos? Llevar todo esto de memoria era insensato, así que allá por el 3900 a.C. en la floreciente Uruk se recurrió a un sencillo invento: los tokens. 

 Los tokens eran pequeñas fichas de arcilla donde se grababa un símbolo en función de aquello que se pretendiera representar. Cabras, cuencos de cereal, panes, tinajas repletas de cerveza, etc. Los tokens se iban guardando en un recipiente, contabilizando de este modo el bien. Por ejemplo: 20 tokens con forma de cabra = 20 cabras. 

Tokens hallados en el periodo de Uruk. Según la forma que tienen, representan bienes distintos. Fuente.


 Claro está que este método podía llegar a ser bastante aparatoso si uno se enfrentaba a la tarea de tener que contar un número relativamente grande de cosas. Imaginen un rebaño de 350 cabras, en cuyo caso había que grabar, almacenar y luego contar 350 tokens. Y que no se te perdiera ninguno por el camino. Por ello a alguien, un genio anónimo, se le ocurrió la idea de indicar en el propio recipiente el número de tokens que este contenía, y también el bien al que se referían. A tal fin, se diseñó un sistema numérico con unidades, decenas, centenas, multiplicadores, etc, y a la par se estandarizaron los símbolos que representaban a las cabras, al cereal, a las casas, a la gente, las distintas acciones que la gente podía realizar, etc. Y sin embargo, a pesar de haber desarrollado tan avanzado método, aún seguían guardando absurdamente los tokens en sus enormes recipientes, hasta que a otro genio anónimo, con quién estamos en deuda, cayó en la cuenta de que era muchísimo más eficiente simplemente escribir los bienes y sus números en una tablilla de arcilla, prescindiendo de los tokens y sus recipientes. 

 Gracias a este pensador anónimo, hoy en día en muchos de nuestros trabajos empleamos archivos Excel para contabilizar actividades, beneficios o etc, en lugar de almacenar tokens en una urna. No disponiendo de ficheros de Excel, los habitantes de Uruk, y en poco tiempo de toda Mesopotamia, emplearon tablillas de arcilla, sobre las cuales al principio dibujaban y luego terminaron escribiendo empleando un cálamo, con el cual realizaban unas características muescas en forma de cuña, que valieron al método el apelativo de "escritura cuneiforme", que es como la conocemos hoy en día. Por aclarar la terminología, llamamos "proto-cuneiforme" a los dibujos realizados en la arcilla, y "cuneiforme" a los abstractos amasijos de cuñas en los cuales dichos dibujos terminarán transformándose con el paso de los siglos. Vale la pena detenerse un poco más en todo esto, pues nos pilla más de cerca de lo que pensamos.

 Las gentes del periodo de Uruk inventaron un sistema numérico sexagesimal que posteriormente heredarían las distintas ciudades sumerias, los babilonios, asirios, etc. Pese a que todo el sistema se apoyaba en una contabilidad interna de base diez (decimal), la unidad auténtica era la base sesenta (sexagesimal). La ventaja de utilizar el número 60 como base reside en que se puede factorizar muy cómodamente (2×2×3×5), siendo divisible por 1, 2, 3, 4, 5, 6, 10, 12, 15, 20 y 30. De hecho, las matemáticas (y también la Wikipedia) nos dicen que es el entero más pequeño divisible por todos los enteros del 1 al 6. Veamos como se expresaban en Uruk los números:

Combinando estos símbolos y siendo un poco mañoso, se podía numerar lo que uno quisiera. Fuente.

Utilizando los estiletes de cálamo, la escritura cuneiforme se podía trazar sobre tablillas de arcilla húmeda. Fuente.

En esta transcripción de una tablilla, vemos como se numeran unidades, que aparecen expresadas como símbolos trazados en cuneiforme. Fuente.


 El sistema de definir los números con distintos tipos de muescas realizadas con la parte gruesa del cálamo, del 3100 a.C. en adelante fue sustituido por símbolos puramente cuneíformes, que son los que heredarían sumerios y babilonios, según el siguiente sistema:


Evolución de la numeración sumeria. Fuente.

 
Del mismo modo, la unidad, la decena, el número 60, y las multiplicaciones y/o cuadrados más grandes se reconvirtieron en símbolos igualmente. Fuente.


 Ya está el lector capacitado para leer números sobre tablillas de arcillas escritas tanto en proto-cuneíforme como en cuneiforme, lo mismo del periodo de Uruk que de los periodos posteriores. Y como sin duda habrá notado, somos herederos directos de este sistema, pues... ¿cómo contamos actualmente los minutos y las horas? ¿y cómo dividimos en grados los ángulos? En efecto, nuestro sistema de medir el tiempo y los ángulos se lo debemos a los habitantes de Uruk.


 Como veíamos al hablar del proto-cuneíforme, en los comienzos de la escritura la representación gráfica de las cosas era literal. Un cereal se trazaba sobre la arcilla fresca con la forma de una espiga. Si estabas escribiendo acerca de cabras o vacas, entonces dibujabas sus cabezas con cuernos; para evocar el agua que mejor que bosquejear sus ondulaciones; si te referías a la feminidad trazabas una vulva... y así. También se podía hacer lo mismo con verbos, adjetivos, ideas abstractas y demás elementos del lenguaje humano. Comer se asimilaba a una cabeza al lado de un cuenco inclinado a la altura de su boca, si bebías la cabeza entonces estaba al lado de las ondulaciones del agua, un pie denotaba la acción de desplazarse... supongo que el lector ha captado la idea. 

 En la Uruk que estamos visitando, en el 3.200 a. C., los símbolos en efecto aún se parecen (más o menos) a lo que representan. No obstante, según transcurra el tiempo, a base de dibujarlos una y otra vez, cada vez con más prisa y en menos espacio, los dibujos primero se girarán para después irse volviendo cada vez más abstractos, hasta que llegado un punto dejen casi por completo de parecerse a los objetos o conceptos que en principio representan. Si el lector quiere seguir esta asombrosa evolución, fíjese en la siguientes tablas:

Fuente.

Fuente.



Esta tablilla proviene de la ciudad mesopotámica de Kish, cercana a Uruk, y está datada en el 3.500 a. C. Es uno de los vestigios más antiguos conocidos de escritura, disputando su origen a la propia Uruk. Como puede verse, consta de pictogramas que representan cabezas, pies, manos, números y trillos. Fuente.


 Al principio los símbolos se escriben sobre las tablillas sin un orden concreto, siendo para nosotros muy difícil leerlas. Esto ocurre en nuestro Uruk de la IV dinastía (véase nota 3), entorno al 3200 a.C., aquí el espacio en las tablillas simplemente se llena sin ningún criterio aparente. 

 La arcilla era fácil de encontrar y una vez que la aplastabas ya tenías una tablilla en forma de torta sobre la cual dibujar / escribir con tu cálamo favorito. En torno al 2350 a.C., se linean las tablillas y se establece ahora sí un orden, de arriba abajo y de izquierda a derecha. Incluso se marcan los títulos en el fino canto de la tablilla, para poderlos identificar rápidamente al apilarlas en estantes. Las que son importantes se cuecen y así quedan transformados en objetos duros como la piedra. Muchas de estas tablillas cocidas han perdudaro hasta la actualidad, lo cual no puede decirse por ejemplo de la mayoría papiros egípcios que se redactaron en la antiguedad. 

 Llegados a este punto, todo este asunto de la escritura se empezó a ir de las manos. Por ejemplo, las cartas se enviaban envueltas en un sobre de arcilla que reproducía símbolo por símbolo todo lo dicho en el interior. Como no todo el mundo sabía leer, a veces el destinatario de las cartas dependía de un escriba para que se las recitase. El escriba leía el envoltorio, de modo que si el destinatario no se fiaba, podía pedirle a un segundo escriba que lo rompiese y le leyese la carta del interior. Si ambos textos coincidían, bien, en caso contrario el primer escriba ya podía correr. Hoy en día los museos que recopilan estos artefactos se han hartado a romper envoltorios de cartas para cotejarlos con su interior. 

  Y por supuesto no nos podemos olvidar del sello cilindro, que aparece por vez primera en Uruk y que se convertirá en un clásico en toda Mesopotamia. Como veíamos que hacía el personaje del tenderete unos párrafos atrás, se rodaba sobre las tablillas de arcilla para imprimir una tira con símbolos y dibujos, a modo de firma. De hecho, los sellos cilindro funcionaban como una suerte de DNI (Documento Nacional de Identidad) de la época, identificando al portador, que solía llevarlos colgando de la muñeca. Es más, en el lenguaje de la época (sumerio) la muñeca como parte anatómica del cuerpo humano, se define como "el lugar de donde cuelga el sello cilindro". Muchos de los sellos cilindro se tallaban sobre piedras preciosas o semipreciosas, e iban pasando de generación en generación. Las inscripciones que imprimían al rodar sobre la arcilla describían con gran ostentación el vínculo y protección que daban los dioses a la persona / familia a los que pertenecían.

Sello cilindro del periodo de Uruk. Parece mostrar a unos extraños animales mitológicos: leones de largos cuellos y ágilas con cabeza de león. Fuente.
 
Distintos sellos cilindro de diferentes procedencias con sus leyendas impresas en arcilla. By Gryffindor - Own work, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3740427



 Además, dada la complejidad del lenguaje humano, el número de símbolos de la escritura cuneiforme crecerá enormemente, llegando a superar los 900. Como aún les ocurre a los chinos en la actualidad, aprender a escribir en Uruk no era fácil. No obstante, un mercader podía apañarse solo con 300 símbolos, tan solo los literatos o sacerdotes debían de enfrentarse a la complejidad absoluta de la escritura.

 Los habitantes de Uruk en especial y los sumerios en general, escribieron de todo: enciclopedias, diccionarios, epopeyas heróicas, libros de contabilidad, poemas, textos legales y/o religiosos... el volumen de escritos que dejaron tras ellos es tan desproporcionadamente grande que aún estamos muy lejos de poder traducirlos todos. Las tablillas pendientes de traducir se acumulan en los museos, muchos de los cuales podrían ser propietarios de una magnífica obra de literatura sin aún saberlo, aunque la mayoría de las tablillas contienen facturas, registros de contabilidad, contratos y similares textos absolutamente insípidos (muy informativos sobre la época, eso sí). La producción literaria mesopotámica hace palidecer por ejemplo a los textos que nos legarían posteriormente Grecia y Roma.

 Finalmente, la escritura tanto en Uruk como en el resto de Mesopotamia, se fonetizó. Esto significa que a cada símbolo se le adjudicó un sonido silábico, de modo que el lenguaje hablado podía al fin reflejarse en la escritura. Así pues, un símbolo podía representar bien una idea o bien un sonido en función del contexto, como por ejemplo sucede en el moderno japones con los kanjis (logogramas de origen chino que representan palabras pero que además pueden pronunciarse como sílabas). 

 Dicho de otro modo, cada símbolo escrito en cuneiforme posee tanto un valor semántico como fonético. Puede parecernos algo farragoso, ya que al menos en idiomas como el español o el inglés, solo disponemos del valor fonético, sin embargo la presencia de ideogramas aporta una clara ventaja. Por ejemplo, un asterisco representaba a todo lo divino. Así pues, independientemente del idioma que hablases, si veías un asterisco dibujado en una tablilla de arcila, ya sabías que te estaban hablando de un dios o diosa. Gracias a esta característica, un chino actual puede leer sin demasiados problemas un texto de hace 500 o 1.000 años, ya que los símbolos que denotan las palabras o los conceptos no han cambiado lo suficiente como para ser irreconocibles; seguramente su pronunciación haya variado, pero no su significado. En cambio si nosotros queremos entender un texto escrito en el español áurico de hace 400 años, a menos que seamos especialistas nos veremos en serios problemas.

 Por si el lector se lo está preguntando, los habitantes de Uruk, al menos en su fase más tardía, hablaban sumerio. Cuando digo en su fase más tardía, me refiero a aquel momento en el cual el lenguaje escrito empieza a expresar valores fonéticos y se articula en torno a una lengua en concreto, en este caso el sumerio; antes, cuando solo había símbolos más o menos desordenados, es imposible saber cual era el idioma hablado por las personas que los escribían. 

 Debe de tener muy presente el lector que "escritura" y "lengua" son conceptos muy diferentes. Cualquier lengua se puede escribir en el sistema de escritura que queramos. Por ejemplo, el español puede escribirse con símbolos cuneiformes, o si lo preferimos en katakana (uno de los tres silabarios japoneses). Solo hay que cuadrar el sonido del lenguaje con los símbolos de la escritura. 

 Si el lector quiere hacer la prueba y saber como se escribiría su nombre en cuneiforme, pinche en el siguiente enlace y descúbralo:

https://www.penn.museum/cgi/cuneiform.php

 A mi me ha salido lo siguiente:




 Aclarado esto, tratemos del sumerio, la lengua hablada en Uruk. El sumerio es una lengua aislada, es decir, no emparentada con otras lenguas conocidas, y se la asocia con el así llamado pueblo sumerio. Sin embargo, nadie a día de hoy tiene una idea muy clara de quienes eran los sumerios, más allá de que se trató de gentes que hablaban sumerio. Un profesor de historia pidió una vez a su alumnos que dibujaran a un sumerio; solo aprobó el ejercicio aquel alumno que no dibujó nada. En resumen eso es lo que sabemos acerca de la apariencia y origen de los sumerios. ¿Estuvieron presentes todo el tiempo en Uruk? ¿Invadieron la ciudad y se quedaron en ella asimilando a los anteriores habitantes? ¿De donde venían y que características tenían? Sí que sabemos que los sumerios se describían a si mismos como "el pueblo de las cabezas negras" y que se representaban como gentes bajitas y rechonchas, de cráneos y rostros escrupulosamente afeitados, dominados por grandes ojos y prominentes narices.

Así se dibujaban los sumerios: calvos, narizotas, de grandes ojos y complexión achaparrada. Fuente.

 Eso sí, distinguir entre las metáforas y los cánones artísticos por un lado, y la realidad por otro, es a día de hoy imposible dados los escasos datos que tenemos. Imagine el lector que nuestra civilización desaparece y milenios después otra cultura, que no sabe absolutamente nada de nosotros, empieza a descubrir páginas de manga (comic japones) con todas las viñetas traducidas al inglés. Como no puede ser de otra manera, entenderán que toda nuestra época se encuentra dominada por unas gentes a quienes denominarán ingleses a raíz del idioma que escriben. Resultará que estos "ingleses" tenían todos unos ojos desproporcionadamente grandes, el pelo de diversas formas y colores, eran propensos a generar una enorme gota de sudor en la cabeza cuando pasaban vergüenza, y además sangraban sistemáticamente por la nariz cada vez que se veían dominados por la lujuria.

Un "inglés", según la hipotética interpretación que podrían dar los historiadores de un futuro remoto analizando los restos fragmentarios de nuestra civilización. Fuente.


 Este es el problema que tienes cuando tratas de describir a un pueblo antiguo únicamente mediante el lenguaje que escribe junto con un puñado de imágenes descontextualizadas. Seguramente, al igual que ocurre hoy con el inglés y la cultura anglosajona, el sumerio sería el idioma dominante en Uruk, la sumeria la cultura más influyente en toda la zona, pero luego en cada ciudad habría un alegre batiburrillo de etnias, idiomas, culturas y creencias de diversos orígenes. Sea como sea, el enigma de la civilización sumeria es algo que por su extensión nos desborda ahora y que continuaré en algún otro capítulo. Por el momento, sigamos caminando por las calles de la ancestral y legendaria Uruk.

 Hemos dejado atrás los tenderetes de aquella plaza donde se mercadea, los trabajadores del estado reciben su ración de cevada y la incipiente burguesía formaliza compra-ventas de terrenos sobre la arcilla. En medio de la estrecha calle por la que caminamos se nos cruza de repente un niño a la carrera. Con la ayuda de un cordel va tirando de un carro de juguete, un cacharro provisto de pequeñas ruedas que lleva ruidosamente de un lado a otro. 


Carro de jueguete encontrado en Uruk. Fotografía del autor.


 Sí, las gentes de Uruk conocen el secreto de la rueda. No es poca cosa, los egipcios que un milenio después levantaron la Gran Pirámide no la conocían (o al menos no la utilizaban de modo práctico), y lo mismo podemos decir de los mayas, que si bien sabían de ella (véase nota 4) nunca la emplearon para realizar sus tareas. Esto no ocurre así en Uruk y en general en el mundo mesopotámico. La rueda será usada de modo intenso y sistemático, tanto en los tornos de los alfareros como en los carromatos que transportan mercancías, e igualmente en los primeros carros de guerra de la historia. 


Carro de guerra sumerio desde el cual se arrolla a los enemigos y se lanzan venablos contra ellos. Los sumerios fueron pioneros en el uso de la rueda para todo tipo de actividades, incluída la guerra. Fuente.

 Tras caminar un poco más, al fin llegamos al centro de la ciudad. Allí casi está terminado un templo enorme. Hoy lo conocemos como el Templo de los Conos de Piedra, aunque los habitantes de Uruk lo llaman el Eanna, el templo de los cielos (E = casa, Ana = cielos). Sus cimientos abarcaban un área de 28 x 19 metros, estando impermeabilizados por una capa de betún. La edificación se rodea por tres murallas de más de 3 metros de altura y se realizó a base de ladrillos de adobe cocidos, ensamblados con una especie de hormigón primitivo. La altura debía de ser de varias decenas de metros (no nos ha llegado intacto ni nosotros lo vemos terminado en el año en que realizamos nuestra visita). Debajo del templo se escabaron canales de drenaje junto con cámaras herméticamente selladas cuya función nos resulta desconocida. Estaba revestido por una fachada realizada a base de conos de piedra cuyos distintos colores conformaban mosaicos de figuras geométricas, de ahí el nombre. 

 El Eanna, que da nombre a todo el barrio, se ampliaría una y otra vez a lo largo de los siglos, surgiendo el Templo de Caliza, de 80 x 30 metros de base, una construcción sin precedentes en la historia de la humanidad. Alrededor edl 3100 a. C., sería destruído y reemplazado por el Templo Rojo, aún más grande. Esto sucederá en general con todos los grandes templos de la ciudad, todos ellos experimentarán ciclos de destrucción y reconstrucción, como si se tuviera la necesidad de renovarlos cada cierto tiempo.

 Finalmente en el Eanna se inaugura el concepto de "zigurat", un invento más de Uruk. Los zigurats consistían en grandes pirámides escalonadas, normalmente con un templo coronando su cúspide, al cual se podía ascender a través de amplias escalinatas que trepaban por las fachadas de la construcción. Ur-Nammu, rey de la vecina ciudad de Ur, que conquistó Uruk en torno al 2110 a.C., mandaría construir un enorme zigurat que se alzaría al norte del barrio de Eanna, como puede verse en el mapa de más abajo así como en la reconstrucción realizada por ordenador que también se acompaña.


Mapa arqueológico del distrito de Eanna. En orden de aparición destacan los siguientes templos: el Templo de los Conos de Piedra (Stone-Cone Building; SC), el Templo Rojo (Red Temple; RT), el Templo de Caliza (Limestone Temple; LT), e igualmente el Zigurat que mandaría edificar el invasor Ur-Nammu en el año 2110 a.C., entre otros. Fuente.


Esta recreación muestra una ceremonia religiosa peregrinando al Eanna, en Uruk, en la cual una masa humana parece dirigirse al Zigurat de Ur-Nammu. Fuente.






Fachada de conos en mosaico que formaba parte del distrito de Eanna en Uruk IV, el Templo de los Conos de Piedra. Así se ha reconstruído actualmente en el museo de Pergamo en Berlín. De Marcus Cyron - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1542458

 Todo el complejo fue dedicado a Inanna, la diosa del amor y la guerra, protectora de Uruk. 

 Los dioses y diosas de los panteones mesopotámicos solían caracterizarse por elementos antitéticos, siendo en la mayoría de los casos portadores tanto de la creación como de la destrucción. Así es el caso de Inanna: regala a los mortales el sexo y la fecundidad a la par que la guerra y la violencia. Inanna sería conocida en el futuro por distintos nombres, para los babilonios fue Ishtar, los fenicios la adoraron como Astarté, los egípcios como Isis, mientras que los griegos la reverenciaban como Afrodita / Atenea, y los romanos como Venus / Minerva. 

 La influencia del culto a Inanna en Uruk se reflejará en la sensualidad y el erotismo que permeará la urbe a lo largo de gran parte de su historia. Mientras que hoy en día los católicos comulgan con Dios tomando una ostia consagrada durante la misa, en Uruk se comulgaba con Inanna por ejemplo teniendo sexo con una de las prostitutas sagradas afiliadas a su templo (véase nota 5). El rey Ur-Shulgi, sucesor de Ur-Nammu y que dominó Uruk entre los años 2094 y 2047 a. C., es alabado por su pericia sexual como consorte mítico de Inanna, seguramente teniendo sexo con alguna o varias de las sacerdotisas que se dejaban poseer por la diosa. No es para menos, pues para aquellas gentes Inanna movía los engranajes de la vida, y no contentarla podía sumir a la humanidad en un desastre.

 Como vemos, gracias a Inanna la celebración del sexo es contínua y su presencia alegra la ciudad. Copular en lugares públicos no solo es algo normal, sino que la gente lo jalea y anima. Se comenta que la propia Inanna se cuela en ocasiones en el mundo terrenal para deslizarse por las callejuelas de Uruk en busca de aventuras eróticas.

  El contraste con el tabú e incluso censura sexual que sigue presente en la sociedad occidental (herencia del legado judeo-cristiano de nuestra historia que contempla la lujuria como uno de los siete pecados capitales) no puede ser más acentuado. Los habitantes de Uruk sabían que el sexo era parte fundamental del mecanismo que mueve la vida y además motivo de gran disfrute, y sabiamente se regocijaban en ello.

 En paralelo al Eanna, los habitantes de Uruk honraron a la que más tarde sería la deidad principal del panteón sumerio: An, el dios del cielo, de las constelaciones y rey de todos los demás dioses y diosas. El barrio destinado a su culto se conocería como "Kullaba".  En él, hacia el 4000 a. C. empezó a alzarse el zigurat de An. En el 3000 a. C., tras diversas reconstrucciones, el zigurat de An fue coronado por un lujoso templo blanco, cuya radiante fachada debía de destacar en el horizonte de la ciudad como si fuese un potente faro. 
Reconstrucción del Zigurat de An, que se alzaba en el barrio Kullaba coronado por el impresionante templo blanco. Fuente.

 An es un dios de corte patriarcal y modales serios que contrasta extrañamente con el alegre libertinaje de Inanna. Muchos han querido ver en el incremento de su poder una sustitución de una sociedad de corte matriarcal amparada por una poderosa diosa de la fertilidad, en pos de un patriarcado supervisado desde el cielo por An. La teoría más aceptada hoy en día opina que en el origen Uruk se dividía en dos aldeas más pequeñas, una de las cuales adoraba a Inanna y otra a An. Con el paso del tiempo, ambas se fusionaron y el culto a las deidades convivió, aunque más tarde la burocracia masculina que dominaba los templos y por lo tanto la ciudad, terminó por imponer a An. No obstante, a falta de que inventemos una máquina del tiempo más fiable que aquella que usamos con nuestra imaginación, será muy difícil saber que ocurrió de verdad.  

 Comenzaba el capítulo citando el prólogo de la Epopeya de Gilgamesh, que nos hacía pasearnos por las murallas de Uruk y admirar la magnificiencia de la ciudad. Según la Lista Real Sumeria, Gilgamesh, dos partes divino y una humano, fue el quinto rey de Uruk. 

Representación clásica de Gilgamesh, tal y como lo mandó esculpir el monarca Neo-asirio Sargón II allá por el siglo VIII a. C. Aquí, al someter a un león, Gilgamesh sojuzga a las fuerzas de la naturaleza en nombre de la civilización. Fuente.

 
Versión moderna de Gilgamesh como uno de los líderes que podemos seleccionar en el videojuego Civilization VI. Fuente.


 Si bien hay textos más antiguos, la Epopeya de Gilgamesh es la obra literaria más antigua que se conoce, y cualquiera que se acerque a ella pronto descubrirá que deja a la altura del betún a mucho de lo que se escribe hoy en día (lo cual quizá tampoco debería de sorprendernos...). Esta obra es tan potente y a la vez tan sorprendente, que me parece apropiado cerrar este ya demasiado largo capítulo con ella. Sin embargo debo de hacer un...

¡¡¡AVISO DE SPOILER!!!

  Aquellos lectores que no se fueron a ver una serie de Netflix hace ya un rato largo, y que han conseguido seguir leyendo este capítulo sin que se les licúe el cerebro, reciban mi consejo de dejarlo aquí e irse cuando puedan a su librería / biblioteca de confianza a fin de adquirir una de las versiones disponibles en castellano de la Epopeya de Gilgamesh. Se trata de un relato escrito en un lenguaje sorprendentemente moderno que narra una historia apasionante a la que merece la pena asomarse. Además, no es muy largo. Dicho esto, si son de aquellos a quienes no les importa que les destripen los finales y quieren leer el resumen, aquí lo tienen, atentos que es una absoluta maravilla:

 Gilgamesh se nos presenta como el  rey de Uruk, un rey de modales tiránicos y apetito sexual sin fin, que entre otras cosas gusta de violar sistemáticamente a todas las mujeres recien casadas de la ciudad antes de que estas puedan yacer con sus maridos. Como es normal los ciudadanos se quejan, y dado que aún no se ha inventado change.org, claman a los dioses en busca de su ayuda. Los dioses escuchan las súplicas ciudadanas y crean a Enkidu, un hombre salvaje cuya principal misión es causarle problemas a Gilgamesh y así distraerle de sus depravadas actividades y si es posible ponerle además en su sitio. Enkidu, recién llegado a la tierra, ocupará su tiempo en molestar a los pastores, quienes reclamarán protección a su rey. ¿Que hace Gilgamesh ante esto? Lo que haríamos cualquiera en su lugar: enviar a una prostituta sagrada, de nombre Shamhat, para que seduzca y civilice al incontrolable Enkidu. Y tras muchas noches de tórrida pasión entre el salvaje y la sagrada meretriz, así sucede. Junto con el sexo y la civilización surge el amor, así que Enkidu y Shamhat deciden casarse, para lo cual abandonan la campiña y se mudan a Uruk. Por supuesto Gilgamesh, quién no ha perdido sus buenas costumbres, intenta violar a Shamhat en la noche de bodas, lo cual Enkidu no permite. Rey y salvaje civilizado se enzarzan en un fiero combate. Descubren que ambos están igualados en fuerza y habilidad, así que se hacen amigos, como si uno no hubiera intentado forzar a la esposa del otro.  Tan amigos se hacen, que Gilgamesh y Enkidu salen por ahí a correr locas aventuras y matar monstruos legendarios, algo que era costumbre en la época. Entre tanto, la diosa Inanna, quién tampoco pierde el tiempo con tonterías, se presenta ante Gilgamesh con la sana intención de tirárselo como si no hubiera mañana. Más el rey de Uruk sabe muy bien que no conviene fiarse de diosas caprichosas, y además él prefiere a las mujeres recién casadas, así que la rechaza. Inanna, visiblemente enojada, provoca la muerte de Enkidu, lo cual sume a Gilgamesh en una terrible depresión. Impresionado por la fugacidad y fragilidad de la vida humana, Gilgamesh emprende la búsqueda de la inmortalidad, búsqueda que le lleva hasta los confines del mundo, donde viven el sabio Utnapishtim y su mujer. La pareja son los únicos supervivientes del Diluvio, y en virtud de ello los dioses les concedieron el don de la inmortalidad, que Gilgamesh pretende obtener. Reunido con ellos, al calor de la lumbre Utnapishtim le cuenta a nuestro héroe la historia del Diluvio. Quizá le suene de algo al lector, aquí va:

 En una era anterior, los dioses se cansaron del bullicio y la ordinariez propios de la especie humana, con lo cual planearon lanzar una terrible lluvia con el único objetivo de no dejar absutamente a nadie con vida y así lograr que regresase la paz y el sosiego al mundo. Sin embargo, Ea, dios de la tierra y amigo de la humanidad, le chiva a Utnapishtim el exterminio que se prepara, ordenándole además que construya un enorme barco o arca en donde guarecer a cualquier cosa viva que se encuentre en su camino, incluídos él y su mujer. Con siete cubiertas de 3.700 metros cuadrados, el arca no tenía nada que envidiar a un moderno ferry. Allí se apiñaron todo tipo de animales, algunos más achuchables que otros, junto con artesanos de distintas clases, Utnapishtim y su mujer. Al jefe de los carpinteros que habían diseñado el arca Utnapishtim le regaló su palacio y todas sus riquezas, total, para lo que le iban a servir... y en efecto, durante seis días y siete noches cayó un aguacero tan brutal que incluso asustó a los propios dioses y por descontado inundó el mundo. Solo sobreviven aquellos que viajan en el arca, que termina varada en la cima del monte Nimush. Utnapishtim, desesperado al solo ver agua a su alrededor, lanza una paloma, que regresa al no hallar donde posarse. Luego va una golondrina, que corre la misma suerte, hasta que envía un cuervo que sí que encuentra donde posarse (o muere ahogado) y no vuelve. Al secarse de nuevo la tierra, Utnapishtim libera a los animales y sacrifica una oveja a los dioses, no vaya a ser que quisieran repetir la jugada o incluso algo peor. Los dioses se arremolinan hambrientos alrededor del sacrificio, pues una de las cosas con las que no habían contado es que al exterminar a todos los humanos, no quedaría nadie que hacerles sacrificios, de los cuales resulta que se alimentan. Muy listos no eran, no. Utnapishtim se reconcilia con los dioses, quienes perdonan a la humanidad por ser cómo es (encima ellos, que la habían creado así, ya les vale) y le conceden la inmortalidad a Utnapishtim y a su mujer como compensación por las molestias causadas. 

 Después de contarle esta historia, Utnapishtim responde negativamente a la petición de Gilgamesh, al no fiarse de él (y con razón). Gilgamesh se desespera al entender que tras todas las penalidades sufridas no se le condecerá la inmortalidad. Cuando el rey de Uruk, derrotado, va a emprender el largo retorno a su ciudad, la esposa de Utnapishtim siente lástima por él, que ha viajado hasta el confín del mundo intentando escapar a su condición de mortal, y convence a su marido para que le hable de la existencia de una cierta planta que crece en un cierto lugar del inframundo. La planta en cuestión permite a quién se haga con ella y la transporte a la superficie volver a gozar de la juventud perdida. No es la inmortalidad, pero menos da una piedra, así que Gilgamesh se hace con la planta, con tan mala suerte que durante una noche en la que acampa para dormir, llega una serpiente y se la roba. Peripecias de la vida. Gilgamesh, que ya no sabe ni que cara poner, emprende el regreso a Uruk con las manos vacías, aceptando que solo los dioses (y aquellos que construyan arcas para sobrevivir a un diluvio universal) pueden ser inmortales, y que los humanos tenemos que afanarnos en disfrutar lo más posible de nuestras preciosas a la par que efímeras existencias. El relato termina exáctamente como empezó, con Gilgamesh paseando por las murallas de Uruk y admirando la belleza de su ciudad, y suponemos que también de todas aquellas mujeres próximas a casarse.


 La moraleja de la Epopeya de Gilgamesh es evidente: no busques imposibles, acepta las cosas como son y... ¡Carpe Diem! (pero respetando la ley y a los demás, obviamente). Hasta el próximo capítulo amable lector.
 



NOTAS



Nota 1: La Epopeya de Gilgamesh tal y como la conocemos hoy en día fue recopilada por el rey asirio Arsubanipal en el S. VII a. C. a partir de cinco textos sumerios que se remontan hasta algún momento entre los siglos XXI y XXVI a. C. Texto extraído de la versión de la obra transcrita por Stephen Mitchell, publicada por Alianza Editorial y traducida al castellano por Javier Alonso López.

Nota 2: Teoría bonita pero no confirmada, existen otras teorías distintas e igualmente no verificadas. Al igual que sucede con el origen del nombre de otras muchas ciudades, probablemente nunca sabremos a ciencia cierta de donde deriva el nombre de Uruk.

Nota 3: Si el lector desea consultar la cronología de las distintas dinastías de reyes que dominaron Uruk, puede consultar el link de dejo a continuación, en donde se desglosa la Lista Real Sumeria. Casi todo el capítulo se refiere a la IV dinastía  de Uruk, la más famosa.

https://es.wikipedia.org/wiki/Lista_Real_Sumeria

Nota 4: Los mayas, y junto con ellos otros pueblos mesomaricanos, cargaron siempre con sus mercancías sobre las espaldas, y construyeron sus templos "a mano viva", sin la ayuda de vehículos rodantes. Sin embargo se han descubierto juguetes de niños con ruedas, que sin embargo no daban muestras de haber sido rodados. En otras palabras, conocían en principio la idea, pero por algún motivo nunca vieron conveniente usarla de modo práctico, como si hicieron otros pueblos. Algo similar puede decirse de los antiguos egipcios, nos resulta difícil creer que las gentes que levantaron las pirámides no conociesen la rueda, pero no tenemos el menos indicio de que la empleasen. ¿Por qué? Si desean leer un breve artículo muy interesante sobre esta cuestión, pinchen en el siguiente enlace:

http://literaturaymundomaya.blogspot.com.es/2009/02/la-rueda.html


Jaguar de juguete con ruedas, que además era una flauta. Obra de los enignáticos mayas, que nunca usaron la rueda para construir vehículos. Fuente.


Nota 5: El asunto de las prostitutas sagradas siempre ha sido muy polémico, ya que inevitablemente lo comparamos con el negativo fenómeno de la prostitución actual. No obstante, retrocediendo a la antigua sumeria y también a la posterior civilización babilónica, hablamos en verdad de sacerdotisas que se dejaban poseer por la voluntad de Inanna / Isthar a fin de que la deidad pudiera tener sexo con sus adoradores, quienes estaban obligados a contribuir en el mantenimiento del templo. Y sí, Inanna / Isthar tenían mucha lívido.


Webgrafía:

http://www.historiaantigua.es/articulos/uruk/uruk.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Uruk

Bibliografía:

* Mesopotamia, la invención de la ciudad. Gwendolyn Leick. Publicado por Paidós.

* Breve historia de los sumerios. Ana Martos Rubio. Publicado por Nowtilus.

* Gilgamesh. Stephen Mitchell. Publicada por Alianza Editorial.