jueves, 22 de febrero de 2018

Capítulo 7: ¿Cómo apareció la civilización humana?



  Capítulo 7

  ¿Cómo apareció 
la civilización humana?


  En el capítulo anterior visitamos los seis lugares en los cuales sabíamos que la civilización había aparecido por vez primera, extrañamente de modo independiente en cada caso (quizá sean más, pero solo de esos seis se tienen certezas). Sin embargo, quedó en el aire la pregunta de... ¿por qué? ¿qué  llevó a nuestros antepasados a tomar la decisión de abandonar un modo de vida que sus ancestros habían seguido por más de cien mil años? ¿por qué renegar de su cultura de errantes cazadores-recolectores para asentarse en un lugar a cultivar la tierra, criar ganado y construir casas? No es una pregunta nada fácil de responder, pero en este capítulo voy a hacer todo lo que pueda por proporcionarle al lector una visión de aquello que se sabe (o se cree saber) y se ignora (por el momento) sobre esta cuestión.

 Primero abordaremos las teorías que se han ido manejando para intentar explicar el amanecer de la civilización humana. Luego entraremos a recopilar y analizar los hechos, es decir, los increíbles descubrimientos arqueológicos que se han realizado en los últimos años y que han puesto del revés todo lo que se creía saber acerca de las primeras comunidades humanas organizadas. Finalmente, intentaremos sacar alguna conclusión.

 Si quiere el lector acompañarme en este viaje al origen de nuestra civilización, póngase bien cómodo en su asiento, aproveche quizá para ir primero al W.C., pértrechese con algo de comida y bebida por si le entrase hambre o sed, y cuando esté listo, partamos.

 El paso del modo de vida cazador-recolector a la agricultura y la ganadería, se conoce como revolución neolítica. Neolítico significa "piedra nueva", para distinguirlo de la etapa anterior, el Paleolítico, es decir, la "piedra vieja". 

 En efecto, en el neolítico se sigue empleando principalmente la piedra en la fabricación de herramientas, junto con otros materiales como la madera y el hueso, pero en este periodo todo cambia radicalmente. De modo inédito aparecen asentamientos estables, asociados al uso de la agricultura y la ganadería. Ya no se vive al día, por el contrario surge la necesidad de realizar una cuidadosa planificación, hay que saber cuando y cómo cultivar, de qué modo guardar los excedentes para el invierno, cómo evitar que los animales de granja mueran o sean presa de los depredadores, y mucho más en un agotador etcétera. La aparición de la cerámica será un elemento clave en todo ello, tanto es así que se distingue el neolítico pre-cerámico de las etapas posteriores, en las cuales además irán apareciendo los metales (Edad del Cobre, Edad del Bronce, etc...). 

 Más detengámonos aquí. ¿Qué causó la revolución neolítica? ¿Qué puso de acuerdo a tanta gente para seguir este arriesgado e innovador camino?

 En el siglo XIX los arqueólogos daban como respuesta que la revolución neolítica era inevitable. El ser humano seguía una carrera imparable hacía el progreso, y el descubrimiento de la agricultura era un peldaño obligado, un hito por el cual en un momento u otro se tenía que pasar por narices. Como esto es igual a no decir nada, tuvo que venir alguien a poner sobre la mesa una teoría de verdad, y ese alguien fue Gordon Childe, un arqueólogo y filósofo australiano. Childe formuló la...

 Hipótesis del oasis

 Grosso modo, esta hipótesis dice así:

 Coincidiendo con la época en la que se desarrolla la revolución neolítica, el fin de la última glaciación desencadena un cambio climático en el planeta que se hace notar especialmente en la zona de oriente próximo, el lugar donde surgen las primeras ciudades de la historia. Allí el clima se torna cálido y seco, avanzando implacables los desiertos. Las plantas y los animales se ven obligados a concentrarse en los pocos lugares en los cuales persiste el suficiente agua como para que puedan sobrevivir; en las riveras de ríos, o en pequeños lagos u oasis. Nuestros antepasados van detrás de ellos. Al verse toda esa gente confinada en un lugar concreto durante largo tiempo, inevitablemente alguién se fija en cómo las semillas caen al suelo y germinan, o en cómo los animales se reproducen. Según Childe, era solo cuestión de tiempo que algún grupo humano decidiese tomar la iniciativa e intentar controlar esos procesos que veían ocurrir delante de sus ojos. Ya no era necesario partirse el alma buscando frutos o grano cuando uno podía cultivarlos en el patio de atrás de su casa, y lo mismo con los animales. Pronto se extendió la noticia del descubrimiento y empezaron a brotar como setas primero ciudades y luego civilizaciones enteras.

 Aunque suena muy bien, hoy en día la teoría de Gordon Childe ha quedado refutada, ya que se ha descartado la coincidencia entre la revolución neolítica y una repentina desecación del clima, por no hablar de que solo habla de oriente próximo y no explica el resto de focos de neolitización, en otras épocas, en otros lugares.

 Robert John Braidwood, arqueólogo y antropólogo estadounidense, lanzó otro intento. Él planteó la... 


Hipótesis de las zonas nucleares

 Explicado mal y pronto, sucede que existen ciertas zonas del mundo en las cuales crecen de manera natural algunas especies de plantas que se prestan bastante bien a la domesticación. Una de esas zonas es el Creciente Fértil, que como veíamos en el capítulo anterior, abarca un área en forma de media luna que va desde Egipto a Mesopotamia pasando por el sur de la moderna Turquía. En este área las condiciones son especialmente aptas para la agricultura, y lo cierto es que en su seno florecieron las primeras civilizaciones de la historia, de lo cual ya hablaremos en otro capítulo.

Mapa del Creciente Fértil. De Map of fertile cresent.svg: Nafsadhderivative work: Rowanwindwhistler (discusión) - Map of fertile cresent.svg, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=31575503


 No, Braidwood no se complicó mucho la vida con su explicación, según él, la gente que pasaba por allí se encontró con las plantas adecuadas para la agricultura y a raíz de tan afortunado descubrimiento se iniciaron por si solos los cambios ideológicos, religiosos y socioeconómicos que condujeron al neolítico. Genial.

 Los discípulos de Braidwood, quienes continuaron con su legado, hicieron un trabajo un poco más concienzudo y desarrollaron la...

 Hipótesis de las zonas marginales

 Dando una nueva vuelta de tuerca a la idea anterior, en el Creciente Fértil había tantos alimentos que proliferaban debido a las condiciones de bonanza imperantes, que la población creció más allá de los recursos que el terreno podía proporcionar. Algunos grupos se vieron forzados a marcharse a zonas más inhóspitas, y precisamente fueron estos grupos de marginados los cuales se vieron obligados a inventar la agricultura y la ganadería para poder sobrevivir. Sí, nosotros seríamos los orgullosos descendientes de una serie de grupos de parias que, tras ser arrojados lejos de las zonas buenas, tuvieron suerte e ingenio. Esto que es aplicable al Creciente Fértil, podría en principio adaptarse a Mesoamérica, el valle del río Amarillo, etc.

 Durante el siglo XX se han lanzado muchas de estas hipótesis, algunas de ellas de corte ambientalista y otras de tipo demográfico. Una de las que se atrevió a atacar el fenómeno abiertamente a nivel global, fue la hipótesis del antropólogo Mark Nathan Cohen, que convence por su simplicidad. 

 Cohen dice que, poco a poco, la demografía de los seres humanos modernos había ido creciendo en la medida en que se inventaban mejores herramientas, nuevos métodos de caza, mejoraba el clima con la finalización de la última glaciación, etc. En varios lugares, de modo similar a como nos contaba la hipótesis de las zonas marginales, concurría demasiada gente y ni la caza ni las plantas silvestres eran suficientes para alimentar a tantas bocas hambrientas, con lo cual la agricultura y la ganadería fueron la única solución.

 Por terminar este recorrido a través de todos los intentos de explicación que se han lanzado hasta la fecha, hay quién directamente ha revertido la causa-efecto, y en lugar de ver al ser humano como un títere manejado por las circunstancias y los acontecimientos, le han convertido en el actor principal. Algunos grupos de cazadores-recolectores habrían construido campamentos estables desde los cuales manejar un amplio territorio, y a partir de aquí una serie de cambios en sus ideas y creencias les habría permitido abrir de par en par las puertas del neolítico.

  Todo esto está muy bien, pero dejemos ya la teoría y vayamos a los hechos, a ver que nos dicen. Vístase el lector con sus ropas imaginarias de arqueólogo y partamos nuevamente.

 Hace aproximadamente 11.500 años nuestros antepasados aún se dedicaban a la caza y a la recolección. Así se llevaba haciendo desde siempre; la agricultura y la ganadería pertenecían todavía al futuro, nadie se planteaba semejantes ideas locas por aquella época. Sin embargo, en Göbekli Tepe, un emplazamiento en lo que hoy es el sur de Turquía, un grupo de aquellos cazadores-recolectores se lió la manta a la cabeza y puso todo su empeño en realizar una hazaña sorprendente: la construcción del primer templo de la historia. Y no fue pequeño. 

 De alguna manera, aquellas gentes se las apañaron para extraer, transportar y pulir grandes bloques de piedra con los que construyeron ciclópeos monolitos en forma de "T". En la superficie de dichas estructuras grabaron signos de extraños animales, algunos más amables que otros: leones, toros, jabalíes, zorros, gacelas, asnos, serpientes, cocodrilos, insectos, arácnidos y pájaros, entre estos últimos especialmente buitres y aves acuáticas. 

 Algunas de las construcciones tienen dibujados brazos, como si representasen una figura humanoide. Sin embargo las representaciones humanas son escasas e incluyen algunas manos (quizá en posición de oración), una figura humana decapitada rodeada de buitres, seres humanoides muy estilizados, así como una silueta femenina agachada. Los pilares tienen entre 3 y 6 metros de alto, y su peso va de las 20 a las 60 toneladas. Lo crea o no el lector, las prospecciones indican la existencia de un total de...  ¡más de 200 pilares! Estarían repartidos en 20 círculos independientes, cada uno de los cuales probablemente actuaría como un templo. Hasta ahora solo se ha conseguido excavar 4 de estos círculos, en lo que se estima un 5% del total del yacimiento, que se extendería por unos 90.000 metros cuadrados.



Excavación en Göbekli Tepe, por el momento solo han salido a la luz cuatro círculos con sus respectivas "T" de piedra. Fuente.


Construcción de uno de los círculos en Göbekli Tepe, según un reportaje de National Geographic que puede consultarse en esta página: enlace.


Representación humana hallada en Göbekli Tepe. Tiene un aire inquietante, y solo de pensar en su antiguedad, entre 9.500 y 11.000 años, basta para producir un escalofrío, al menos a mi. Pueden averiguar más en el reportaje de National Geographic del cual he tomado prestada la fotografía.

 Como se podrá imaginar el lector, toda esta estructura no se erigió de un día para otro, sino que fue edificada en sucesivas fases a lo largo de varios milenios. Los primeros círculos se han datado aproximadamente en el 9.500 a. C., aunque parece ser que el lugar había empezado ya a habitarse en el 11.000 a. C. 

 No se han encontrado viviendas asociadas a los templos, ni tampoco vestigios relacionados con la agricultura o la ganadería. Con motivo de algún extraño ritual religioso, gentes de diversos lugares se congregaron en Göbekli Tepe para edificar las "T" de piedra dentro de sus círculos. Los arqueólogos calculan que se necesitaron al menos 500 personas, tal vez más, para extraer las columnas de piedra de las canteras locales. Recordemos que las columnas pesan entre 20 y 60 toneladas y tuvieron que moverse de 100 a 500 metros desde su lugar de extracción hasta el yacimiento (fuente). Descubrir un nivel organización social y complejidad técnica tan elevado antes del Neolítico es algo que dejó patidifusos a los investigadores.

 Si bien la propia existencia de Göbekli Tepe es un misterio, su final es igualmente desconcertante. Alrededor del 7.500 a.C., los descendientes de los primeros constructores de las enormes "T" de piedra, decidieron no solo dejar de edificarlas, sino además clausurar la totalidad del conjunto. Ignoramos que les motivó a ello, pero lo sepultaron todo bajo toneladas de tierra, sellando por complejo los templos circulares con sus pétreas columnas hasta que a finales del S. XX un agricultor se tropezó por casualidad con una de las estatuas, tras lo cual la arqueología se presentó allí para escabar y recuperar aquello que por algún motivo la primigenia humanidad había decidido enterrar y olvidar. 


Buitres vuelan alrededor de un escorpión en una de las columnas de Göbleki Tepe. Fotografía del arqueólogo Haldun Aydingün, fuente.
Un cocodrilo de piedra parece reptar sobre otra de las columnas de Göbleki Tepe. Fotografía del arqueólogo Haldun Aydingün, fuente.


 Recientes descubrimientos llevados a cabo en Göbekli Tepe, han arrojado a la luz otro dato impactante. Como parte de los ancestrales rituales que allí se practicaban, aquellas gentes modificaron cráneos humanos para poderlos colgar de aquí o de allá como si fueran adornos navideños. Bromas aparte, es muy posible que aquellos templos fuesen un lugar de conexión con el mundo espiritual, entre los vivos y los muertos, donde quizá los espíritus de los animales servirían como guardianes, o tal vez de guías. Recordemos que muchos de los animales grabados sobre los pilares no eran especialmente achuchables, como los escorpiones, los buitres o los cocodrilos. Puede que representaran a las peligrosas e indómitas fuerzas de la naturaleza a las cuales se veneraba, y que previo peaje con los rituales adecuados, abrirían la puerta del más allá. Los estudios de los especialistas apuntan a que los cráneos pertenecían a personas ya fallecidas, a quienes quizá querría venerarse y ayudar en su viaje al otro mundo.


Esquema de las modificaciones realizadas en uno de los cráneos humanos hallados en Gobekli Tepe, de modo que se lo pudiera colgar de una cuerda. Fuente.



 Göbekli Tepe no fue un caso aislado, entre el 8.400 y el 8.100 a. C., es decir, hace más de 10.000 años, no muy lejos la humanidad edificaba otro extraño complejo de templos, de nuevo en Turquía, en la moderna localidad de Nevali Çori, en las mismas laderas de los montes Tauro.

 El yacimiento de Nevali Çori tuvo que ser excavado muy rápido, entre 1983 y 1991, debido a la inundación causada por la construcción de la Presa de Atatür.

 Investigadores de la Universidad de Heidelberg y del Museo Arqueológico de Sanliurfa, excavaron cinco niveles distintos de ocupación, sucesivos en el tiempo y situados uno encima del otro. En total hallaron las ruinas de 29 casas. Todas ellas contaban con canales subterráneos, probablemente para el drenaje de aguas residuales. Las edificaciones estaban hechas de roca caliza y se usó barro como argamasa. Las casas contaban con una estructura interior compleja, disponiendo cada una de habitaciones interiores.

 Además se localizaron lo que fueron denominados "edificios de culto". El más longevo se trató de un sotano rectangular de 13,9 x 13,5 metros. En su interior contaba con un banco de piedra adosado a su lateral, y todo el espacio estaba poblado por 12 columnas de piedra con forma de... sí, algunos lectores lo habrán adivinado, con forma de "T". Medían entre 1,6 y 3 metros de alto. 10 de ellas se situaban sobre el banco, y dos en el centro de la sala. 

 Por si no fuera suficiente, en Nevali Çori se hallaron también numerosas esculturas. Una de las más impresionantes tiene 1 metro de altura y representa a dos figuras femeninas agachadas espalda contra espalda, con la figura de un enorme buitre posado sobre sus cabezas. Otra de las esculturas muestra a un hombre de grandes orejas con una serpiente subiendo por su cogote. Y aún se desenterró más: pájaros con cabeza humana, otras aves aferrando cabezas humanas con sus patas, mujeres embarazadas... etc. 


Esquema de un complejo de culto en Nevali Çori, extraído del libro "Dentro de la Mente Neolítica", de David Lewis-Williams y David Pearce.

Estatua de piedra caliza de aproximadamente 1 metro de altura hallada en Nevali Çori, tal y como ha sido reconstruída. Dos mujeres agachadas se apoyan espalda contra espalda mientras un ave, seguramente un buitre, se posa sobre sus cabezas. Extraído del libro "Dentro de la Mente Neolítica", de David Lewis-Williams y David Pearce.



Esquema de una de las viviendas de Nevali Çori, con sus canales en el subsuelo y sus múltiples habitaciones. Beetjedwars at Dutch Wikipedia [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html) or CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/)], via Wikimedia Commons


Pavorosas figuras encontradas en Nevali Çori, la del medio y tal vez la de la derecha parecen estar embarazadas. Fuente.

Serpiente sube por la cabeza de un hombre de grandes orejas en Nevali Çori. Fuente.


Estas pensativas figuras también fueron halladas en Nevali Çori. Fuente.
Pájaro-hombre, u hombre-pájaro... en Neval Çori, donde si no. Fuente.


 Nevali Çori es un poco posterior a Göbekli Tepe, pero también es pre-agrícola, y como el lector se habrá percatado, parece seguir su estela cultural. De nuevo asistimos a un grado de organización insospechado para gentes que aún seguían sobreviviendo de la caza y la recolección. Todas esas personas estaban unidas por unos rituales, unas creencias y una cosmogonía similares, vínculos capaces de lograr que actuasen en común del modo en que lo hicieron. La naturaleza salvaje y la muerte jugaban los papeles principales en sus vidas, modelando su manera de discernir la realidad, algo que parece reflejarse en sus rituales y su arte.


Emplazamientos de los yacimientos de Göbekli Tepe y Nevali Çori al sureste de la moderna Turquía. Como se ve, estuvieron muy próximos en el espacio y más o menos en el tiempo. Fuente.

 Nevali Çori fue abandonado en torno al 8.100 a.C. por motivos que se desconocen.

 Más tarde intentaremos sacar conclusiones acerca de estos desconcertantes templos pre-neolíticos y su abrupto final, más por el momento adelantémonos algunos milenios en el tiempo y, ahora sí en mitad de la revolución neolítica, visitemos a una de las primeras ciudades de la humanidad: Çatalhöyük.

 Çatalhöyük es un nombre extraño, pero las sorpresas que encierra son más extrañas aún. 

 Estamos de nuevo al sur de la moderna Turquía, en esta ocasión hace unos 8.600 años, es decir, entorno al año 6.600 a. C. Allí, sobre una colina, se levantó toda una compleja urbe. En ella pudieron vivir hasta 10.000 personas, aunque se le estima una población media de entre 5.000 y 8.000 habitantes a lo largo de su dilatada historia.  

Excavación del área sur de Çatalhöyük. Fuente.


 Çatalhöyük era una ciudad sin calles ni plazas. Como si de un panal de abejas se tratase, todas las casas se hallaban adosadas unas a otras. Se accedía a ellas bajando por una escalera a través de una trampilla en el techo, y precisamente la gente se desplazaba caminando sobre los tejados, que conformaban el espacio público disponible, donde además se colocaron grandes hornos comunales (que el lector no vuelva a quejarse de su vecino de arriba, imagine si su techo fuese una plaza o una calle). La basura se evacuaba periódicamente de la ciudad y se arrojaba a vertederos que se situaban en las afueras. Todo el complejo terminó siendo protegido por una muralla, lo cual nos indica que en el Neolítico la vida de los seres humanos ya había empezado a complicarse un poco. 

Representación artística de la ciudad de Çatalhöyük. Fuente.

 Las viviendas eran de adobe, y cada vez que una se deterioraba, se la demolía y volvía a construir sobre sus ruinas. Este proceso se repitió una y otra vez a lo largo de la larga historia de  Çatalhöyük, de modo que la ciudad llegó a acumular hasta 18 capas de antiguos cimientos debajo de ella, elevándose artificialmente todo el asentamiento. 

 El interior de las casas se mantenía escrupulosamente limpio, sus paredes primorosamente encaladas y en general escaseaban los ángulos rectos. Las viviendas solían contar con una habitación principal de unos 25 metros cuadrados, provista de horno y algunos bancos de piedra donde sentarse, dormir o ambas cosas. Además, había estancias anexas a las cuales solo se podía acceder a través de unas peculiares portillas de 72-77 centímetros de altura que te obligaban a pasar muy agachado o incluso arrastrándote. La decoración era muy rica, predominando cabezas de uros cubiertas de yeso, los llamados "bucrania". Se combinaban con grabados en las paredes que mostraban desde escenas de caza con ciervos o uros, pasando por otras representaciones que hoy serían menos políticamente correctas, tal y como buitres abatiéndose sobre cuerpos decapitados, hombres exhibiendo poderosos penes erectos, etc.


Reconstrucción del interior de una vivienda en Çatalhöyük. Pueden apreciarse los "bucrania" colgados de la pared. Elelicht - Own work, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=22743701

 
Esquema en el que se muestra la vida diaria en una casa cualquiera de la ciudad. Fuente.




Diosa madre flanqueada por dos felinos, hallada en Çatalhoyük. Parece que el heteropatriarcado aún era cosa del futuro. De User:Roweromaniak - Archiwum "Roweromaniaka wielkopolskiego" No_B19-36, CC BY-SA 2.5, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1724285


 En general se piensa que la sociedad de Çatalhoyük era bastante igualitaria. No se detectan clases sociales, pues todas las casas tienen similar decoración, e igual ocurre con el ajuar de los enterramientos. Hombres y mujeres también parecían funcionar en igualdad de condiciones, recibiendo la misma alimentación y jugando un rol social parejo.

 Sorprendentemente, a pesar de que nos encontramos ya en el Neolítico (que en principio comienza hacia el 8.500 a.C.), los habitantes de Çatalhöyük siguen dependiendo principalmente de la caza y la recolección para su supervivencia. No obstante, han empezado a cultivar cereales, al principio tímidamente, y en adelante con más arraigo. Cebada, trigo, y también frutas como los melocotones. Algo más tarde se hicieron con ovejas, cabras y bueyes. A la par de la incipiente agricultura, desarrollaron la cerámica, sin olvidar sus esculturas o su potente industria de fabricación de bienes de obsidiana y sílex.


Espejos de obsidiana hayados en Çatalhöyïk. Museum of Anatolian Civilizations, Ankara. By Zde - Own work, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=56052813

 Quizá el aspecto que más sorprenda sobre Çatalhöyük es su particular relación con los muertos. A los fallecidos se los enterraba bajo el suelo o entre las pareces de las viviendas, normalmente en posición fetal, a veces introducidos dentro de una cesta. En ocasiones sus huesos han aparecido desencajados, lo cual podría significar que los cuerpos fueron entregados en un primer momento a los buitres y otros animales carroñeros para que los descarnaran, para después recuperados y enterrados (imagínese el lector tener que ocuparse de semejante tarea). Algunas tumbas fueron posteriormente reabiertas, los cuerpos decapitados y las cabezas usadas en desconocidos rituales, siendo reconstruídas con yeso y pintadas para volver a recrear los rasgos del difunto. Al igual que en Göbekli Tepe y Nevali Çori, los habitantes de Çatalhöyük tenían una relación muy especial con el otro mundo. Desgraciadamente, al no existir aún la escritura en aquella época, probablemente nunca sepamos la naturaleza exacta de sus creencias, más allá de su profunda conexión con el medio natural en el que vivían.

 Hacia el 5.700 a. C., tras casi mil años de actividad, el asentamiento fue abandonado por razones desconocidas, sufriendo además un incendio que coció los muros de adobe de muchas viviendas, permitiéndo que se conservaran con hasta 3 metros de altura. Guerra, una hambruna, una plaga... tal vez nunca lo sepamos.

  Podríamos seguir el recorrido por otros yacimientos como Jarmo, Tell Qaramel o Tell Halaf, pero para no saturar al fatigado lector, mejor terminaremos en un lugar mítico donde los haya, la legendaria ciudad de Jericó, que además de aparecer en la biblia resulta que fue otra de las primeras urbes de la humanidad.

Posición de Jericó muchos milenios después, en tiempos bíblicos. Cortesía de: https://www.bibliatodo.com/mapas-biblicos/jerico


 Salimos ya de Turquía, y nos hallamos ahora en el valle del río Jordán, en la actual Cisjordania, muy cerca de Jerusalén.  Allí se alza una pequeña elevación junto a un estratégico manantial de agua. Un lugar tan propicio llamó pronto la atención humana, y sus primeros pobladores llegaron entre el año 10.000 y el 9.000 a. C. Por aquella época aún eran cazadores - recolectores. Tenemos que esperar más o menos hasta el 8.500 a. C. para encontrarnos con un asentamiento estable, en el cual se comienzan a edificar casas circulares con techos abovedados, construídas mediante ladrillos de adobe. Se vive del cultivo de lentejas, farro, y cebada, mientras se sigue cazando animales (la ganadería tardaría aún unos mil años en desarrollarse en Jericó). 

 Al igual que en la distante Çatalhöyük, en algún momento los habitantes de Jericó sienten la necesidad de defenderse de su entorno y levantan una potente  muralla de piedra de 3,6 metros de alto por 1,8 de ancho, rematada por una torre, igualmente de piedra, de unos 8 metros de alto. Esta torre sería la construcción humana más alta del mundo hasta que los egipcios comenzasen a levantar sus famosas pirámides, varios milenios después. Se calcula que una construcción como esta (muralla más torre) pudo mantener ocupados a 100 hombres durante al menos 100 días de duro trabajo, lo cual nos habla de una avanzada organización social y una división del trabajo. 

Excavación en Tell es-Sultan (la Colina del Sultán, así lo llamaron los árabes) el yacimiento arqueológico de la vieja Jericó del Neolítico Pre-cerámico. Von Berthold Werner - Eigenes Werk, Gemeinfrei, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=11798119



Restos de la Torre de Jericó. Von Reinhard Dietrich - Eigenes Werk, Gemeinfrei, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=9063164

 Los antiguos habitantes de Jericó no conocían aún la cerámica. Para guardar sus alimentos empleaban vasijas de piedra y formaban recipientes tejiendo plantas.  Construían con habilidad herramientas de piedra, principalmente empleando obsidiana, que debían de importar a través de las primitivas redes comerciales de la época. 

 Se le calcula a Jericó un censo de entre 2.000 y 3.000 habitantes, aunque las estimaciones de los investigadores fluctuan mucho y algunos rebajan la cifra incluso a unos pocos centenares de personas.

 Los rituales mortuorios en Jericó recuerdan mucho a los de Çatalhöyük. Los cuerpos eran primero dejados al aire libre a merced de la rapiña de los animales salvajes antes de ser enterrados bajo las casas. Algunos cráneos se separaban del cuerpo, se reconstruían las caras con yeso, se pintaban a conciencia simulando incluso el pelo, y en el lugar que habían ocupado los ojos se colocaban conchas. Hasta diez de estos cráneos decorados fueron encontrados juntos. Fuesen cual fuesen las creencias asociadas a este rito, se exendieron a otros asentamientos de la zona, cuyos habitantes se sumaron alegremente a la decapitación de cadáveres y la decoración de sus cráneos. ¿Un ritual para ayudar a los difundos en su viaje ultraterrenal? ¿Se quería invocar a ciertos ancestros a través de sus cráneos? A saber.


Cráneos humanos enyesados y decorados. Jericó. Fuente.

 Curiosamente, tras algún que otro baibén, Jericó continuaría siendo habitado durante la Edad del Bronce, pasando por los ajetreados tiempos bíblicos y de ahí en un abrir y cerrar de ojos hasta la actualidad, con un censo a fecha de hoy de unos 14.600 habitantes aproximadamente (casi la mitad refugiados palestinos...). 

 Si al lector no se le han caído ya los ojos, o le ha ardido el cerebro, o ambas cosas, pongamos fin a este extraño viaje sacando una conclusión final. Probablemente ya lo haya olvidado, pero hace mucho tiempo, al principio de este artículo, hablábamos de las distintas teorías que explican el comienzo de la civilización. Unas proponían que cambios ambientales y/o demográficos nos obligaron a descubrir la agricultura, otras más novedosas que nosotros lo hicimos porque quisimos.

 Lo que el registro arqueológico nos cuenta es que en un primer momento nuestros antepasados cazadores - recolectores se juntaron para realizar elaborados rituales, y solo más tarde, en algunos de estos asentamientos surgió la agricultura primero y la ganadería después. En otras palabras, la civilización podría haber sido el resultado de un cambio en el modo en el que el ser humano veía el mundo, de una evolución en su manera de entender la realidad que provocó toda una cascada de cambios, que en la práctica se tradujeron en una revolución ideológica, religiosa, social y económica. El hecho de que esto haya ocurrido en todos los continentes en los que habitamos de manera independiente podría significar que la civilización es una propiedad emergente de la mente humana, y que dadas las condiciones adecuadas tarde o temprano termina desarrollándose al hilo de la elaboración por parte de las sociedades cazadoras - recolectoras de cosmogonías cada vez más complejas, que llevan a rituales cada vez más elaborados, que obligan a una organización social cada vez más sofisticada, etc. Si quieren saber más sobre esta hipótesis, les recomiendo leer el libro que apunto en la bibliografía, "Dentro de la mente neolítica". En este libro, se explora la evolución y las características neurológicas de nuestro cerebro, tratando de vislumbrar como podrían haber alimentado toda una batería de rituales y creencias que habrían terminado por cristalizar en sociedades organizadas. 

 Aún así, si todo es fruto de nuestra mente, la "sincronización" de las revoluciones neolíticas en todo el mundo no deja de resultar peculiar (a menos que uno crea en la telepatía, facultad que por desgracia la ciencia aún no ha podido demostrar, razón por la cual tenemos que seguir usando el móvil). Este hecho, que en unos pocos miles de años el mundo se pueble de revoluciones neolíticas, podría hacer necesarias las viejas hipótesis demográficas y ambientalistas, las cuales seguramente deban de ser incluídas en la ecuación. El planeta nos brindó la oportunidad y los ingredientes, y nuestra mente hizo el resto.

 Como ve el lector, mucho es lo que queda aún por investigar sobre los origenes de nuestra flamante civilización, no obstante espero al menos haberle podido acercar aunque solo sea un poco a este apasionante misterio. Le recomiendo que se mantenga atento, pues en Göbekli Tepe, en Çatalhöyük y en otros lugares descubiertos o por descubrir, se va a seguir excavando, y vaya uno a saber cual será el próximo enigma de nuestro pasado que se desentierre.

  Gracias por leerme, nos vemos en el próximo capítulo.




Bibliografía:


"Dentro de la mente Neolítica", David Lewis-Williams y David Pearce, Ediciones Akal S.A.  



Webgrafía:




http://historicodigital.com/teorias-sobre-el-origen-de-la-agricultura.html


  • Revista National Geographic:


  • Sección de Prehistoria de la Asociación de Amistad con el Kurdistán:
https://amistadkurdistan.org/ayuda-kurdistan/prehistoria/


  • Çatalhöyük Research Project:
http://www.catalhoyuk.com/



  • Khanacademy:
      - Çatalhöyük:
https://www.khanacademy.org/humanities/prehistoric-art/neolithic-art/a/atalhyk
 - Jericó:
https://www.khanacademy.org/humanities/prehistoric-art/neolithic-art/a/jericho